Memorias 2


Capítulo 2

Ahorro, Reyes Magos y juegos infantiles

Los grandes cambios producidos en los últimos cincuenta años han creado un abismo, casi infranqueable, entre nuestra niñez y la de nuestros nietos. La pregunta del millón es, ¿Todos los cambios han sido realmente positivos para las generaciones que nos sucedieron y nos sucederán? ¿No será que así como tenemos al alcance de la mano grandes avances científicos y tecnológicos hemos perdido también cosas muy valiosas? ¿No será necesario intentar recuperar usos y costumbres que no se oponen a nada de lo nuevo y que han quedado en el olvido? En lugar de idolatrar la tecnología y convertirnos en sus esclavos deberíamos humanizarnos mas y recuperar el sentido de la vida. ¿Cómo hacemos para que florezca la Civilización del Amor en este planeta globalizado, donde el mundo entero esta en el hogar de cada uno y todos y cada uno estamos solos en nuestra familia por falta de comunicación entre si?

A este respecto quiero detenerme en tres aspectos propios y característicos de mi infancia y que hoy no se viven de la misma manera y que los niños actuales desconocen porque no hay quien se los relate. Tengo la plena seguridad de que si esas practicas y usos se les enseñasen, las adoptarían y disfrutarían su infancia como nosotros, a pesar de las carencias que nos rodeaban.

Nuestra generación y mucho mas las anteriores tenían un alto concepto del ahorro que lo adquirían del testimonio de sus padres y de la escuela primaria. La practicaban, muchas veces a costa de privaciones, y es lo que les posibilitaba el ascenso en la escala social. Cada niño que asistía a clase tenía su libreta de ahorros, que proveía la Caja Nacional de Ahorros. En la escuela se le vendían a los alumnos estampillas que se iban colocando en un boletín que una vez cumplimentado se le acreditaban el importe en su Libreta. Dichos ahorros se podían retirar recién cuando se cumplían los 18 años.


Libreta de ahorro que usaban los niños con Estampillas de distintos valores.

Cada vez que nuestros padres nos daban algunos centavos éramos felices porque podíamos comprar Estampilla de Ahorro en la escuela. ¿Puede haber forma mas práctica para lograr el hábito del ahorro? Los niños de hoy si consiguen algún dinero lo gastan en golosinas o en el cyber. ¿Cuál de las dos actitudes es mas positiva?

Desde le nacimiento de nuestro Señor Jesucristo se habla de los Reyes Magos y su celebración, lamentablemente ha perdido su sentido místico para convertirse en un negocio, fruto del consumismo reinante. Por mi casa. Aunque con mis hermanos les dejábamos las alpargatitas, calzado que usábamos, una latita con agua y pastito para los camellos, nunca pasaron. Mi hermana menor sí supo de la alegría de encontrar sobre sus zapatillas algún regalito, ya que la situación económica de la familia era mejor, fruto del ahorro y el trabajo de chicos y grandes. Bueno es aclarar que el hecho de que a nosotros, los Reyes Magos no nos dejasen nada, como sí les dejaban a los niños de algunos vecinos, no nos sentíamos defraudados ni nos traumatizábamos, pues disfrutábamos de los juguetes de nuestros amigos, que sin ningún tipo de egoísmo los compartían con nosotros.

Por otro lado, parece que las carencias agudizaban nuestro ingenio y con elementos desechables como latitas de sardinas, de picadillo, palos de escobas, maderas, hojalatas, clavos, alambres, lo que fuere, nos hacíamos juguetes para compartir con los amigos. De las latitas de sardinas salían trencitos, el palo de escoba lo convertíamos en un brioso caballo, las latas de picadillo en ruedas para los autitos o camioncitos que nos fabricábamos, los papeles se transformaban en sapas o volantines para elevar. Con una media vieja rellena de trapos en desuso lográbamos la pelota para jugar a la mareanita. Los dos costados o caras de las cajas de fósforos Ranchera nos proporcionaban las figuritas para jugar a la tapadita o a la trolla. La primera consistía en apoyar la figurita en la pared y dejarla caer, uno tras otro los participantes. Cuando la figurita que caía cubría alguna de las que estaban en el piso, su dueño se quedaba con todas. La trolla consistía en hacer un círculo en el suelo y cada participante colocaba una tapita o figurita, como las llamábamos, y luego uno por uno arrojaba un tejo (piedra plana) en forma rasante para sacar del círculo los tapitas y quedarse con ellas. Cuando uno perdía y se quedaba sin figuritas no tenía otra solución que esperar a que desocupase la caja de fósforos ranchera.

En los recreos escolares también se practicaban infinidad de juegos, entre ellos las rondas infantiles de las que sabíamos gran cantidad de letras como “Arroz con leche”, “Que busque compañía”, “Materile”, “Farolera”, “Palomita Blanca”, “Chocolatero”, etc. También eran muy practicados, por lo entretenidos, el “Pisa Pisuela”, “La Gallinita Ciega”, “La Mancha”, “La Escondida”, “El Veo Veo”, “El Corre el Anillo”, las “Bolitas”, el “Trompo”, el “Yo - Yo”, el “Tejo”, la “Carrera de Embolsados”, la “Carrera de Tres Patas”, la “Rayuela”, el “Ta TE Ti”, la “Pallana”, que se jugaba con cinco piedritas cuidadosamente seleccionadas y tantos otros que ya no recuerdo.
He querido hacer esta pequeña síntesis a los efectos de poner en evidencia la creatividad, la imaginación, la comunicación y el diálogo que tendían los pequeños entre sí y con sus mayores, que hoy, por estar atrapados por los medios electrónicos no tienen y lo que es peor, los padres tampoco relatan a sus hijos los tradicionales cuentos, anécdotas y recuerdos de sus infancias para que los motiven y despierten su curiosidad. Resultados de estas actitudes: mediocridad, pobreza de vocabulario, incomunicación, incapacidad para compartir, no valoración del otro, egoísmo, decadencia de los valores, debilitamiento de la familia, ejemplos poco constructivos, poco o ningún apego al estudio e incremento de la violencia.

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